domingo, 20 de septiembre de 2015

Roma: Urbanismo romano

La mayoría de las ciudades romanas eran el resultado de una cuidadosa planificación y tenían un valor fundamental para el Imperio: materializaban la conquista y difundían el modo de vida romano. 

Para Norberg-Schulz la ciudad romana era concebida como un microcosmos, de ahí la afinidad entre las palabras latinas orbis (mundo) y urbs (ciudad). 


Los romanos desarrollaron el plano en damero (otro legado etrusco), que implica una ciudad con manzanas cuadradas y una red ortogonal de calles paralelas y perpendiculares. 

En el cruce de sus dos arterias principales (el cardo, con dirección norte-sur y el decumano, con dirección este-oeste), se ubicaba el foro. A diferencia de los griegos, que distinguían el área religiosa (temenos) del área política (ágora), los romanos reunían en el foro el Capitolio, templo dedicado a Júpiter (Zeus), Juno (Hera) y Minerva (Atenea), la Curia, sala para la asamblea urbana, la basílica, edificio para el ejercicio de la justicia, la cárcel, pórticos, monumentos y mercados. 


De ese concepto deriva la plaza principal rodeada de edificios importantes de las ciudades españolas y las de las colonias españolas en América. Además del foro, en toda ciudad romana encontramos templos, termas, edificios para espectáculos (teatros, que a diferencia de los griegos se elevan sobre plataformas artificiales, circos de planta alargada para carreras de carros y anfiteatros que resultan de la unión de dos teatros semicirculares) desembocaduras de carreteras y acueductos, construcciones simbólicas como arcos de triunfo y columnas votivas y, por supuesto, viviendas. 

Los métodos constructivos romanos permitían adaptar su arquitectura a cualquier terreno (las termas no necesitaban agua caliente natural, los teatros no se construían, como los griegos, en las laderas de las colinas), lo que les permitió urbanizar un área de Europa, África y Asia que excede largamente las costas del Mar Mediterráneo.